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La rentabilidad del control del fraude

La rentabilidad del control del fraude para la empresa es debido a que, un comportamiento responsable ahorra costes por pérdidas económicas. Además, ayuda a mantener la confianza de los accionistas e inversores. La sociedad y los legisladores exigen a las empresas un comportamiento responsable. Y los comportamientos responsables son premiados por la sociedad con un impacto positivo en los resultados.

Otro aspecto que avala el beneficio del control del fraude son los riesgos de sanciones. No controlar el fraude interno puede enmascarar delitos que podrían llevar a la empresa a enfrentar responsabilidad penal. Llegado el indeseado momento de responder por la comisión de un posible delito, el plan de gestión de riesgos y cumplimiento, puede ser el «salvavidas». La identificación de los riesgos, su vigilancia y control, son parte de la prevención.

Pero la prevención eficaz exige del compromiso de la alta dirección de la empresa y de sus directivos. Este compromiso es una actitud visible y no una serie de políticas que se cumplen a medias, o que están escritas “por si acaso”. Después, ya podemos estudiar en qué consiste el debido control para ser eficaz, pues este puede ser distinto para cada empresa. Las medidas preventivas y los controles serán en función de los factores de tipo de riesgos y grado de exposición a estos.

El fraude interno es tan común, que su ocurrencia ya no es algo nuevo, sino que se ha convertido en una mera cuestión de escala.  Por eso, una organización que no se protege adecuadamente ante este riesgo, incrementa notablemente su vulnerabilidad.

De voluntario a obligatorio

 En este sentido, la evolución natural de la responsabilidad corporativa da un paso de gigante al pasar de las recomendaciones, a la “obligatoriedad” de anticiparse.  Por lo tanto, actualmente, resulta obligatorio para las empresas contar con herramientas para prevenir los riesgos a los que está expuesta por su actividad. Entre las herramientas mínimas se pueden enumerar las siguientes:

  1. Contar con un código de valores y principios para orientar las acciones de los empleados.
  2. Evitar la contratación de personas no adecuadas previniendo los riesgos potenciales por medio de las verificaciones de currículum.
  3. Contar con un programa de formación anual en ética y cumplimiento para asegurarse del conocimiento de la esta.
  4. Tener un canal de ética para poder informar de manera confidencial acciones irregulares o ilícitas que puedan ocurrir en el seno de la empresa.
  5. Evaluación bianual de la reputación de los directivos de la compañía para la identificación de potenciales conflictos.
  6. Due Diligence de las terceras partes con las que se realizan actividades mercantiles o comerciales.
  7. Realizar auditorías y análisis de datos para detectar actividades anómalas.
  8. Realizar evaluaciones de las acciones antifraude por parte especialistas. Un experto en la materia puede ofrecer consejos objetivos y pueden asesorar sobre las metodologías, sesgos, conclusiones, etc.

Externalizar controles también contribuye a la rentabilidad

Para sacar mayor rentabilidad al control del fraude se puede optar por la externalización. Externalizar controles tambien es otro aspecto que contribuye a mantener los costes contenidos. Contar con profesionales especializados que conocen y saben de gestión del riesgo asegura un enfoque profesional y objetivo. De esta forma, la empresa no tiene que desviar recursos internos ni recargar sus responsabilidades, lo cual normalmente afecta a su efectividad y eficiencia.

Con recursos externos podemos implantar un sistema de prevención de delitos más rápidamente, preservamos la objetividad y obtenemos dedicación profesional a la prevención del riesgo. También, aseguramos que el plan de cumplimiento no quede en un mero gasto, sino una inversión que redunde en un mejor funcionamiento de la entidad.

Grupo GAT  es la única empresa española que ofrece una solución global para la reducción del riesgo empresarial, convirtiéndose en referente obligado en la materia.

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